jueves, 17 de diciembre de 2015

Relato: Un cumpleaños en Halloween




Hola a todos, como sabéis estoy en la iniciativa Yo leo,Yo escribo del blog Katherina´s Thouhts!!!
La verdad se me ha hecho cuesta arriba terminar esto y me siento fatal por no haber terminado a tiempo y fallar a mi compañera.
El primer capítulo lo había publicado ya pero lo he modificado un poco ^^
Espero que os guste y sobre todo que a pesar de la restricción de palabras (lo peor para mí porque me enrollo) parece que me ha quedado bien ^^
 Desde hoy hasta el domingo subiré un capitulo diario ^^

¡Empezamos!



Paloma, Patry, Lorena, Rebeca, Isa y yo estábamos  sentadas en la gran alfombra de pelo violeta de mi habitación para decidir de qué nos íbamos a disfrazar este Halloween, aunque en Galicia se llama Samaín y tiene tanta tradición como el Halloween británico. Cada una daba una idea que pronto era rechazada por las demás porque se parecían a otros años o porque no nos convencía de todo la idea; como siempre que pensaba, cogí el caleidoscopio que me había regalado mi abuela al volver de uno de sus viajes y miré hacia el interior viendo girar una y otra vez eses colores consiguiendo que me mareara. Me tiré al suelo con una mano en los ojos y a otra agarrando mi caleidoscopio cuando se hizo el silencio y hablé:
—Ya está. Se me acaba de ocurrir algo. — Me callé sabiendo que mis amigas me miraban inquisitivas. — ¿Y si nos disfrazamos de un payaso de circo asesino?
— ¿Y cómo es eso?— Preguntaron mis amigas.
—Es fácil. Nos vestimos como un payaso de circo con sus trajes a rayas rojas y blancas, roto por algunos sitios ya sabéis. Nos maquillamos el cuello con las mismas rayas y la cara así como más gothic mucho negro y sangre sobre la cara blanca. Nunca lo hemos hecho y si vamos todas con unos cuchillos de plástico, los cubrimos con sangre para que parezca más real. ¡Daremos miedo!
Enseguida mis amigas empezaron a discutir mi idea, dónde conseguir los trajes, si era mejor comprarlos o hacerlos, cuánta sangre comprar y todos esos pequeños detalles que daban por zanjado el tema del disfraz.  Iba ser una gran noche seguro, ahora teníamos una semana para preparar el disfraz y conseguir  todo el maquillaje.
A mí lo que menos me preocupaba era el disfraz, nos habían invitado a la fiesta en la casa del pueblo de Pablo. Pablo era el chico más popular de nuestra clase y si me apuras casi de todo el instituto. Todas las chicas iban detrás de él y no es para menos es muy guapo. Sus ojos azules siempre acompañados de una sonrisa pícara dejaba a cualquier incauta que lo mirara enamorada perdida de él y cuando le tratabas  su simpatía hacía que te ilusionaras con conseguir llegar a su corazón de hielo que, como él mismo había dicho “No me interesa el amor ni estar siempre con la misma chica” ¿Acaso esperaban enamorarle y qué tragara esas palabras resentidas?  Por desgracia, yo era una de esas incautas solo me diferenciaba de las demás que yo era amiga suya desde que éramos pequeños por lo cual, lo conocía más que nadie y por eso no tenía ninguna esperanza de enamorarle, el me veía como su hermana pequeña aunque solo unos meses nos separaban. Sabía que se había enamorado una vez y desde aquellas nunca más quiso saber nada del amor y por muchos consejos que le diera él prefería seguir como estaba. Solo.
Sabía que como siempre estaría rodeado de policías sexys aunque para mí de sexy no tenían nada, enfermeras putonas, conejitas playboy y demás disfraces algo cortos de más para intentar seducirle. Ni podría acercarme a él para desearle un feliz cumpleaños, vaya día fue a elegir para nacer el pobre. Inmediatamente mi cabeza empezó a buscar el mejor regalo de cumpleaños que con suerte no se amontonaría con los demás en la mesa a la espera de ser abiertos. ¿Un libro? ¿Un juego de la Play? ¿Algún  DVD? Si es que ya tenía de todo.
—Paula, tú que conoces a Pablo ¿qué podemos regalarle?—Preguntó Lorena haciendo que dejara mis pensamientos.
—Pues no sé, eso mismo estoy pensando yo ahora. —Le respondí mientras me levantaba hacia la ventana. Ya estaba oscuro y no eran más de las siete y media.
Me quedé absorta mirando como las pequeñas farolas empezaban a dar su luz anaranjada. Mis amigas estaban en silencio, seguro que pensaban lo mismo que yo: ¿qué se le pude regalar a un chico que ya lo tiene todo? Una pequeña idea me vino a la cabeza a la vez que se encendía la farola que había en el edificio de enfrente. ¿Y si le hacía un álbum con nuestras fotos desde pequeños todo a mano? Seguro que le iba gustar el detalle.
Mis amigas se acercaron a mí y se despidieron,  aprovechando que estábamos a viernes íbamos ir al cine a ver una película de suspense que acababan de estrenar. Se iban a ir a cambiar y nos veríamos a las nueve y media en el Burguer King para cenar algo antes de la peli.
Cuando se fueron me di una ducha rápida me saqué la humedad del pelo que gracias a que lo tengo liso podía dejarlo secar al aire que no se rizaba ni encrespaba. Abrí la puerta del armario y rebusqué algo que  me gustara. No solía hacer esto pero tenía el presentimiento de que esta noche iba a ser diferente. Encontré en el fondo del armario unos vaqueros añil desgastado que dejaba una rodilla al aire, me puse una camiseta de manga tres cuartos roja con un bonito escote  y una camisa de cuadros rojos para tener ese aspecto casual que me encantaba.  ¿Zapatillas deportivas o mejor unas botas? Abrí el zapatero y después de mirar todo mi calzado me puse unas botas con algo de tacón de charol. Me apliqué pinta labios y una raya azul para perfilar mi ojo y lista. Antes de salir de casa y coger el autobús  me miré en el espejo para ver el resultado del conjunto, cuando estaba a punto de cerrar la puerta me di cuenta de que me olvidaba el bolso. ¡Qué cabeza!
Corrí al escuchar el sonido del motor del autobús, ¡llegué casi con la lengua fuera! Pagué al conductor y me senté cerca de la puerta, menos mal que estaba al lado de la ventana. Un par de minutos después arrancó el autobús que me iba a llevar cerca del centro comercial. El autobús se llenaba más y más y en un momento me pareció ver que una niña atravesaba a un chico que estaba de pie cerca de un asiento reservado para gente con muletas. ¡Seguro que eran imaginaciones mías!
El resto de camino observé como los pequeños coches iban de un lado a otro intentando olvidar lo que acababa de ver o imaginar. Sin darme cuenta llegué a la parada del centro comercial y bajé corriendo buscando llegar a los soportales ya que empezaba a llover.  La gente se apretaba debajo de los soportales haciendo que mi camino al centro comercial fuera más difícil. Incluso había gente con paraguas caminando debajo de los malditos soportales, ¿no podían cerrar el paraguas?
Por fin llegué a la entrada del centro comercial que ya estaba lleno de calabazas y luces.  Justo al lado de la cartelera estaban mis amigas esperándome que al verme vinieron corriendo a mi encuentro.
— ¡Qué guapa estás! ¡Cabrona! ¡Ya podías arreglarte así siempre!—Soltó Rebeca.
—Se me dio por ahí. Vamos cenar que ya tengo hambre.
Pedimos las hamburguesas y nos sentamos en una mesa redonda todas juntas. Hablamos de la peli, de las expectativas y de mil cosas más hasta que fue la hora de ir comprar la entrada y las chuches para el cine.
Cuando nos sentamos en nuestros sitios y la sala estaba casi llena de todo, me quedé blanca al ver entrar a Pablo con una chica rubia, cuerpo de modelo, con un vestido súper ajustado que seguro que se lo puso untándose en mantequilla, súper maquillada y con unos tacones que me daban ganas de hacerle la zancadilla. Volví mirar hacia delante y hablar con mis amigas como si no me hubiese dado de cuenta cuando…

     Hola, Paula. ¿Cómo estas?

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